martes, 29 de octubre de 2013

Tiempo cortado

MC Escher, Cinta de Moebius II (1963)
Abruma pensar en los libros que quedan por leer. Y aunque no lo pensemos, hay una tristeza infinita manando de los libros que no leeremos nunca. Tantas citas volando por el aire como cintas de colores, nubes en blanco y negro, o pájaros, o cometas que te pueden transportar a otros mundos, «otros ámbitos», sugerencias de frases enlazadas como eslabones de una cadena que a veces es ya tu secuencia de adn, tu adán interior e imaginario, el origen del que te crees que vienes y el sueño que vuelve para darte una clave olvidada del caos de tu vida, de la atmósfera en la que tu piel se abre como una fruta y sientes que las gotas de lluvia, con su sonido hondo, son perfectas en su humildad y en su infinita misericordia. Rezos paganos, trazos viejos de la canción y deseos que corren por tus nervios como hormigas gigantes por los mecanos de la realidad, a punto de desvanecerse si dejas de nombrarlos, y a punto de que caiga la noche o de que por fin empiece la música. Y respiras. Detienes el pulso de esta correría que no es escritura automática, pero sí tal vez escritura-señuelo, aquella en la que uno corre detrás de una señal precisa y contundente, pero en el fondo efímera, inasible, gato encerrado en su limbo cuántico, del que nunca sabrás si aún respira o es solo la aureola que segregan tus células al sentirse alarmadas cuando, entre todas las demás inquietudes, se abre paso el sabor de la derrota que, sin embargo, no enturbia la fresca sensación de la carne puesta a prueba en una nueva evidencia del milagro de vivir.


(Tiempo contado, 14 abril 2012, sábado, 16:41)

miércoles, 23 de octubre de 2013

Amo idioma

Ramón Gaya, Omaggio a los Machiaioli (1989).

Dame, memoria,
el nombre de las cosas
o al menos una seña
de identidad 
                        o algo
que me traiga a la boca
un poco de la miel
del mundo 
                       y una gota
de asombro
                       y el sonido
del agua.

Se tú la fuente manantial, 
la lluvia
que lava el día
                       y riega 
los surcos de la sangre
y hace brillar los signos
de unas pocas palabras 
                       aún capaces
de dibujar
en la dura corteza del tiempo
el vuelo 
de la luz.

Amo idioma, en tu espejo
está la imagen clara
de lo que soy. Y todo
lo que no soy. La sombra
de los nombres
y el fuego contra el frío.

viernes, 18 de octubre de 2013

En venta (juego barroco)


Por no poderlo atender,
se traspasa laberinto 
de letras* en buen estado.
Sepan los interesados
(cuatro o cinco)
que tan solo puede ser
una aventura,
si es que no es una locura, 
como dice el enlosado
de huellas rojas urdido
y un poco desordenado.
Mas si al fin todo en la cancha 
se quedara así teñido,
yo les juro que no mancha.
Aunque de allí mesmo es
y tiene cabeza y pies.

*Estéquedon


E       S       T       E       Q       U       E       D
T       O       J       I        U       Q       N       O
Q       U       E      E       R       A       D        E
A       Í        B       A       S       O       N       E
U       C       N       U       O       N       I        V
E       R       O       B       I        E       N       C
D       A       S       U        S       A       N      G
E       L       O       D       I        T       R       U
A      H        S       A       R      T       E        R
B       E       R       L       O        H     E      R
A      B       E       Z        A        A       L      M
C      A       L       N       E       O        D        I
Q      O      U       R        T       S        N        O
U      E      É         L        V        E        Í         A


Teseo y el Minotauro, del Maestro dei Cassoni Campana (hacia 1510).
Arriba, detalle del cuadro.
Museo del Petit Palais, Avignon.


Pista 1 = Cap. XXXVI errado  *  P2 = 1243568791012111314 * P3 = imágenes pistas falsas.

jueves, 17 de octubre de 2013

La vía láctea


En la plaza del pueblo, mientras se acerca la hora del mediodía, las madres jóvenes se reúnen con sus niños de pecho para amamantarlos en grupo. Se trata de un programa de fomento de la lactancia materna promovido por el estamento oficial pertinente y apoyado por alguna entidad bancaria (no es difícil sospechar con qué futuros intereses de crecimiento). Las madres jóvenes, acaso una veintena, se sientan en los bancos que quedan a resguardo del sol bajo una sencilla pérgola cubierta de ramajes y frente a la gran iglesia neoclásica. Tienen detrás de ellas una pancarta que explica el sentido de la reunión, sin duda un subrayado innecesario. Hay un revuelo de cochecitos, de ropajes que se remueven, de cuerpos que se acomodan en busca de la mejor postura. Toda la escena queda suspendida en el aire y se llena de luz cuando van emergiendo, redondos, tersos, lunares, los senos nutritivos. En los bancos de enfrente, junto al arrobado testigo ocasional, docena y media de ancianos vivarachos contemplan, quién sabe si aún golosos, el precioso rito con el que la especie humana renueva su fidelidad de clase a los mamíferos. La milenaria ternura de la vía láctea.




Primera publicación: 5/06/2009 - 21:27

Los años van pasando y este blog alcanza ya las 500 entradas. A partir de hoy, ocasionalmente rescataré de los arcones de la Posada algunas de las ya publicados para darles una segunda oportunidad. Indicaré siempre la circunstancia de la primera publicación. Este apunte o viñeta lo escribí tras contemplar la escena que se describe, en el pueblo toledano de Sonseca, un día de finales de mayo de hace cuatro años. No me atreví a sacar una foto, pero la búsqueda en la red fue fructífera: la imagen de Fernando Blanco reproducía con gran fidelidad lo que había visto.

lunes, 14 de octubre de 2013

La cal


Cuando yo era niña, todos los veranos se jalbegaban las paredes. Recuerdo los preparativos de los cubos  y los escobones, las ropas viejas y los trapos usados que servirían para que tan laboriosa tarea pudiera realizarse sin ponerlo todo perdido. Y me acuerdo, sobre todo, de la blancura desparramada a brochazos sobre los muros ásperos, del milagro de aquella masa espesa que sabía arrancarle a la luz un fulgor nuevecito. A veces pienso que lo que en mí aún sigue vivo lo está gracias a aquel deslumbramiento. Cal viva. Cuando oigo estas dos palabras me estremezco. Pero no por lo que ustedes, tan vivos, quizás estén pensando. Sino solo porque lo único que me mantiene unida a este mundo es el gesto de esa mujer que cada año, cuando va a comenzar el verano, viene y jalbega mi sepultura. Y luego renueva las flores.


 Foto, by Pepe Gutiérrez
Publicada con permiso del autor.

jueves, 10 de octubre de 2013

Lluvia necesaria



¡A la calle! (Y ella cala)

Progresa, pero muy lentamente, el otoño. Quizás no sea el que corresponda. Hay algo en el aire que nos dice que caminamos, de nuevo, hacia un retorno de la estación deshojada del 74, del 75, quizás del 76. De otro siglo hablo.

Tiempos duros aquellos, pero llenos de esperanza. 
Tal vez lo que pasara fuera sólo que éramos muy jóvenes.
Aunque aún no sabíamos, con toda su crudeza,
qué necesaria iba a ser de verdad la lluvia.

Por eso, otros cuarenta años después (¡se dice pronto!), seguimos cantando. Para que llueva.

[AJR, 6:17; Palíndromos ilustrados, XXX]

martes, 8 de octubre de 2013

El «crítico» Montoro


Habló Montoro, el Cítrico, de cine.
Dictó sentencia con su vocezuela:
«Nuestras pelis son malas, no hay escuela
de calidad, no venden». Qué alucine
que sea él, ¡Montoro!, el que maquine
y se sume a la vieja cantinela
de que el cine español es la secuela
de la ibérica caspa. Y lo arruïne.
Montoro, el de la voz que pierde aceite
(por lo untuosa lo digo), el que decía
que la cultura es solo diversión,
hete aquí que hoy encuentra su deleite
en vengarse del cine, «A sangre fría»,
mientras financia «La gran evasión».