jueves, 25 de enero de 2018

Fuego

Recreación de las Cuevas de Altamira (detalle). MAN, Madrid,

No quería tocar, fueron las voces,
los caballos del alma en estampida,
irritados a una, haciendo herida
en mis centros dormidos con sus roces.
El silencio del mar y los atroces
escorpiones de sol. La luz partida
en el ángulo recto de mi vida
y mi muerte: las horas, tan veloces.
Y las voces por dentro, galopando
cada vez con más fuerza, dando gritos
ante el bronce macizo de mi aldaba.
Hasta el ángel perdió sus alas cuando,
derretido en la cera de los mitos,
me empujaron al tacto. Y Dios quemaba.

(El Escorial, Monasterio, hacia 1972)

1 comentario:

Antonio del Camino dijo...

Soneto al que los años no han robado ni pizquita de fuerza ni belleza. Bien traído.

Abrazos.