jueves, 28 de mayo de 2015

Impresiones viajeras







En el blog de Anaya Touring, en la sección «Quién escribe tu guía», se publica esta entrevista.  Las preguntas son de Miguel Cuesta Aguirre. Fue un placer contestarlas.

martes, 19 de mayo de 2015

Lole y Manuel con Quiñones



Hace ya  semanas, tal vez algún mes, que entre los borradores de esta Posada figura una entrada posible, con solo un título y el vídeo que muestra a unos jovencísimos Lole y Manuel entrevistados por el poeta y flamencólogo Fernando Quiñones, tampoco mucho mayor, y todos tan tímidos y genuinos que incluso llegan a parecer algo irreales. Lo descubrí, el vídeo, en una de esos paseos cibernáuticos que nunca se sabe bien por qué ni dónde empiezan y que tal vez no terminan nunca, uncidos como están a este carrusel que cada vez gira más deprisa y lo mezcla todo a discreción. Hace unas horas he oído en la radio la noticia de la muerte de Manuel Molina. Otra vez la muerte, que no cesa de cosechar en los campos del señor, y que cada vez se parece más a la proyección de una película en blanco y negro, ya concluida, pero que sigue mostrando en la pantalla blanca de los días los engranajes dentados del viejo celuloide. Y la vida, que es el propio film, y sigue y sigue en busca de imágenes que devorar. No me es posible ir mucho más allá de la perplejidad o el balbuceo borroso de algunas impresiones, improntas, muescas. Pero hay en mi memoria la luz de algunos días de un verano, en el setenta y tantos, en los que la voz de Lole y la guitarra de Manuel eran lo más parecido a la alegría y un caudal de promesas que nunca se cumplieron. O tal vez sí, pero sin que llegáramos a enterarnos del todo, como puede que ocurra, en general, con este fenómeno tan extraño que llamamos consciencia, el pozo de las resonancias y las reverberaciones.  Lo que comprendo ahora es para qué guardaba este vídeo y el borrador de una posible entrada: para que fueran la materia visible de un homenaje a uno de los grandes renovadores de ese arte interminable, río de honduras y meandros, que es el cante flamenco. Sea.

viernes, 15 de mayo de 2015

Una guitarra huérfana y azul


Dicen los que más saben de ese vasto y complejo campo artístico que es la música del siglo XX que de su forma de tocar la guitarra y de su manera de modular el blues han bebido todos o casi todos los que después tuvieron algo que aportar pulsando cuerdas o emitiendo voces. Y debe de ser cierto. Porque basta con darse una vuelta por Youtube y repasar, al azar, un puñado de sus numerosas grabaciones, para comprobar hasta qué punto ese estilo vocal y esos punteos y vibratos, y más aún la combinación rítmica de ambos, forman parte de la banda sonora del planeta en nuestro tiempo. Es la rara familiaridad que sólo logran imponer los verdaderos genios en su campo. Y es el legado imperecedero que nos deja BB King, fallecido ayer cuando le faltaban cuatro meses y dos días para alcanzar los 90 años: una obra llena de vitalidad, de sentimiento, de elegancia. Y una guitarra mítica, la célebre Lucille (aunque fueran muchas, siempre mantuvo el mismo nombre), que se queda huérfana --o viuda, pues no está del todo claro el parentesco-- y eternamente azul. Para alguno de esos expertos a los que me refería al principio, al igual que para la enciclopedia Espasa, la grabación que cuelgo abajo es una de las más memorables del artista. Una belleza.



miércoles, 13 de mayo de 2015

La pena viva: Nepal


A NEPAL LA PENA...

(AJR: 4, 12; Palíndromos ilustrados, XLII)

***
La pena y algo más: nuestra ayuda. Hay que pasar de los sentimientos a la acción, rascarse el bolsillo (seguro que con algo se puede, incluso sin hacerle trampas a Montoro) y contribuir a que los sucesivos desastres que parecen pugnar por derribar el techo del mundo tengan enfrente una marea de solidaridad real.

Tal vez nunca un palíndromo haya tenido tantas y tan terribles posibilidades de ilustración. Buscando una imagen entre los cientos, sin duda miles, posibles, y leyendo aquí y allá, he vuelto a ser consciente de la magnitud del desastre, de la dimensión casi incomprensible de la tragedia. Uno se queda sin palabras. Y, sin embargo, las palabras son más necesarias que nunca. Palabras que sean hechos. No podemos olvidarnos de Nepal. 

Fotografía tomada de El Confidencial.


lunes, 11 de mayo de 2015

Canícula a destiempo


¿Recuerdan ustedes cuando lo del cambio climático era solo una exageración de ecologistas apocalípticos? ¿O la vez aquella en que una verdad incómoda fue considerada por nuchos un mensaje interesado y hasta marrullero de un candidato gore a la Casa Blanca, al que acusaron de no hacerle ascos al tremendismo para medrar en las encuestas? Hace un rato venía caminado por la acera de la sombra hacia la Posada, en compañía de Pancho, que esta tarde hace turno conmigo. Al volver la esquina de Sánchez Pacheco, al tiempo que buscaba un clines para limpiarme el sudor, he caído en la cuenta de que estamos tan sólo a 11 de mayo. Y la sensación térmica, así a bote pronto, no baja de los 30 grados centígrados, tal vez alguno más. Pancho ha debido de captar mi extrañeza --tengo observado que es un buen escrutador de las señales emitidas por las neuronas espejo-- y se me ha quedado mirando con una no menor perplejidad. Aunque aún ágil y todavía alerta, anda ya combatiendo, también él, la pérdida de finura de algún que otro sentido y ciertos déficits comprensibles a sus 14 años, una edad canina que cálculos del todo disparatados se empeñan en sostener que es equivalente a 98 castañas humanas. ¿Dónde hay que firmar? El caso es que en sus ojos llenos de reflejos del Niágara he visto dibujarse un asombro distinto, como si fuera del todo consciente de que este tórrido verano en plena primavera amenaza con escarallar nuestros relojes biológicos de animales sensibles, y no puede augurar nada bueno. «No temas, amigo mío --le he dicho--. Para el fin de semana, los astrólogos anuncian una bajada de estrellas favorables y moderadas temperaturas». No sé si he conseguido calmarlo. Tal vez, como otras veces, solo se ha limitado, indiferente, a darme la razón, que es lo propio. Pero lo cierto es que ahora duerme a mis pies bajo la mesa, tranquilo y sin roncar. Y yo he empezado a sudar un poco menos.

(Tiempo contado, 11 mayo 2017) 

martes, 5 de mayo de 2015

Volviendo a Supertramp

Probablemente no sea la mejor composición de Supertramp y tampoco podría decir hoy que siga siendo mi favorita. Pero durante algún tiempo no podía dejar de escucharla una y otra vez, seducido por su atmósfera envolvente, desde los acordes iniciales del piano (¿el mismo que aparecía cubierto de nieve en la portada del álbum, Even in The Quietest Moments...?), intrigado por los insertos de fragmentos del famoso discurso de Churchill ante el Parlamento británico al inicio de la Segunda Guerra Mundial (algo que tardé tiempo en saber), sobre el que se van superponiendo una especie de trompetería de circo romano (¿fanfarria viene de fan?), gritos de multitudes, campanadas rotundas de pesadumbre medieval..., efectismos que le daban a la composición un aire de "documento histórico" y afilaban su originalidad. El encantamiento proseguía con el arranque anunciado de una nueva melodía, ágil y pletórica, que se remansaba en una canción, mitad romántica y mitad profética, rematada a su vez por agudos gritos reveladores entre progresivos efectos de viento y cantos corales..., hasta que se ponía de nuevo en marcha otra melodía y la marea sonora conquistaba cada vez mayor amplitud para irse apagando (casi rompiendo) y finalizar con ciertos aires, no sé, como de opereta bufa. En fin, demasiadas sugerencias que volvían la pieza inagotable, y mucho más si había cannabis de por medio. Estoy hablando de la Obertura de los locos (Fool's Overture), el último y más largo tema del disco antes citado, aparecido en 1977. Esta versión, encontrada en Youtube y acompañada de unas imágenes de navegación filmadas desde un kayak, permite disfrutar la belleza de una música llena, pese a las apariencias, de pura melancolía. O será solo que han pasado ... ¡más de 30 años! El próximo 15 de septiembre, fecha redonda en mi calendario particular, Supertramp (o la formación que sigue llevando ese nombre, bajo la batuta de Rick Davies) actúa en Madrid, dentro de la polémica gira (19)70-(20)10. Aunque Roger Hodgson, el autor de esta y otras muchas canciones del grupo, no estará presente (acaba de actuar en los Veranos de la Villa de la capital con notable éxito), me gustaría ir a verlos.


Rescatada de los baúles de la Posada. 
Primera publicación, con el título "Resonancias (4): Supertramp"  09/08/2010 20:00

Posdata (5 de mayo de 2015). Reviso por puro azar la entrada y vuelvo a sucumbir al encanto de la canción de Supertramp. Refresco, en los posible, la no fácil interpretación de la letra que Hodgson canta en su característico falsete e intuyo que esa «gran caída» que la historia recuerda bien pudiera ser, más que una crónica del pasado, una profecía de este mismo instante: las palabras cuerdas de un loco que nadie quiere oír, quizás porque todos sabemos que en el fondo están diciendo la verdad.
Añado ahora, después de comprobar cómo en la Red se multiplican las referencias a esta pieza --que también en la Posada es una de las entradas con mayor número de visitas--, la que probablemente sea su mejor grabación en directo, de momento aún accesible en Youtube. Confío en que lo siga estando por mucho tiempo, para así poder disfrutar de uno de los grandes temas del rock sinfónico que tanto placer y estímulo nos proporcionaron en plena juventud.


domingo, 3 de mayo de 2015

Poeta en Galería

Antonio del Camino en la Galería Cerdán. Foto: Peña.
El pasado jueves 30 de abril nos reunimos en la Galería Cerdán de Talavera de la Reina un buen número de amigos, familiares y amantes de la poesía para escuchar a Antonio del Camino. El acogedor espacio mantenido desde hace décadas por Manuel Cerdán y Sara, con entusiasmo, buen gusto y generosidad, volvió a ser escenario de una gratificante reunión en torno a las palabras de uno de los más destacados poetas talabricenses. Tuve el placer de presentarlo. Esta fue mi intervención.

Aunque me han dicho que solo tengo cinco minutos, me tomaré alguna licencia de tiempo porque en realidad no voy a presentar a un solo poeta, sino al menos a tres, o incluso a cuatro, si tenemos en cuenta algunos oficios allegados al taller del artista. Así que pónganse cómodos en sus asientos y ármense de paciencia. Pero que nadie piense que se ha equivocado de acto, el programa es correcto: todas esos poetas están unidos en una misma persona: la de mi amigo Antonio del Camino.  

No deja de ser una osadía por mi parte haber cedido a la invitación de Antonio, a la que por otro lado ni podía ni quería negarme. Aquí le conocéis tan bien o mejor que yo: es un valor seguro de esta casa y un lujo de la poesía talabricense, y su actividad y presencia se han multiplicado en los últimos meses, después de —dice él— una larga travesía por el silencio.  

Estas quejas de los poetas ante el abandono de las musas hay que tomárselas con precaución, al menos en el caso de Antonio, cuya actividad literaria es, como vamos a ver, multifacética, y si no incesante (que también), sí continuada y traducida en obras: no creo que estemos, contando los inéditos, ante un cantidad menor a los mil poemas en su producción poética, aunque el número no sea significativo, salvo cuando, como es el caso, va acompañado de una notable calidad.

He estado releyendo estos días, si no todos, la mayoría de los libros de Antonio y en esa lectura, además de en la larga experiencia compartida, me fundo para distinguir diferentes poetas en el poeta. Varias personas en el verbo a la luz de la penumbra.

Está, en primer lugar, el poeta, digamos, serio, incluso muy serio. Este poeta tiene sus orígenes  en el adolescente que arrancó a escribir muy pronto y que, tras granjearse el favor del público «haciéndole la rosca», al titular su primer libro, artesanalmente publicado en 1977,  Vosotros sois poetas…, se embarcó en dos soledades que podemos considerar como convalecencias del amor adolescente (o juvenil) no correspondido, tragedias de la edad: la segunda (Segunda Soledad) curiosamente anterior a Donde el amor se llama soledad, y ambas dos llenas de doloridos soliloquios que, como tantos afanes y cuidados de aquellos años, quedaron «entre las azucenas olvidado(s)», por decirlo con un verso clásico. De este segundo libro, ahora al releerlo, he visto que había subrayado entonces (1980) dos líneas en las que el poeta afirma que los versos que escribe «no son ya sólo versos ni poesía / sino el reflejo exacto de lo que son mis noches». Y también ahora, al releer, he visto que el libro contiene una profecía biográfica: «y quede en la penumbra hasta que un día / un nombre de mujer venga a buscarme».