miércoles, 3 de diciembre de 2014

Allí ve Sevilla


Siempre que tomo el bus 9, que va de Hortaleza a Sevilla, generalmente en la parada de López de Hoyos casi esquina a Fernández Oviedo, caigo en la cuenta de que esto no es Buenos Aires.  En principio, me alegro, claro. Nadie rompe la realidad impunemente, ni siquiera en sus segundas acepciones, sean estas ecológicas o no. Pero después siento una nostalgia extraña y hasta estruendosa, contra la que no puedo luchar, y avanzo por las calles de Madrid como Martín Fierro por la pampa.  La ensoñación suele durarme hasta el viejo palacio mudéjar de ABC o, como mucho, hasta el Museo Arqueológico, nada más dejar atrás la grande bandera de Colón, manda güevos, que corta el viento a todo trapo entre las más bien cubistas naos de piedra. Ya en Alcalá, miralá, miralá, soy otro hombre. Al descender en la isleta de Cibeles, echo una moneda al aire para decidir el rumbo. Según sube el cobre, a veces me quedo escudriñando el cielo, golpiado por su proximidad, pasto fácil de su desmesurada belleza, entre las corrientes contrarias del gentío y un marcado sentido personal del embeleso bobo, que no es más que un modo fácil de manejarme con la cámara lenta. Si sale cara, me dirijo hacia el Círculo y, a la sombra de su Minerva poderosa, doy el día por salvado. Pero si sale cruz, tampoco importa. Lo que se decide con esa pequeña inspección del azar tiene menos valor que el hecho de haber llegado a las cercanías de Sevilla y poder comprobar que sigue allí, en la pared de siempre, la escueta sombra grafitera que un día, cuando laboraba de «turronero» en el antiguo edificio de Correos, sección Buzones, me dio la bienvenida al nuevo tiempo que entonces comenzaba a abrirse en mi vida y que ahora, más de cuatrocientos años después, aún me conmueve hasta estirar un poco el pergamino de mis lívidas mejillas y ponerme al borde del milagro. Quién estuviera vivo para poder llorar. O reír. A mandíbula batiente, cómo si no.

2 comentarios:

Antonio del Camino dijo...

Entre paréntesis y de entrada: no sé por qué no se me actualiza tu blog en mi bandeja; aún aparece como última entrada la dedicada al Cervantes de Goytisolo. Supongo que misterios de la informática (punto y aparte).

A esta hora de la mañana, en la que el sol ya comienza a parecerse a sí mismo y la ciudad aún no se hunde en su propio fárrago, recorro contigo ese trayecto vital que tan bien relatas. Lo disfruto, y sé que el día ha comenzado bien.

Un abrazo.

Alfredo J Ramos dijo...

Muchas gracias, Antonio, por la buena onda y por el optimismo madrugador. Algo especialmente valioso en los tiempos actuales.

En cuanto a lo de las actualizaciones, va a tener que ver con las entradas «rescatadas» de los archivos del blog, que quizás no "saltan" como novedades, por quién sabe qué íntríngulis cibernético. Es lo que se me ocurre.

Un abrazo.