miércoles, 18 de enero de 2012

Los amantes

Gustav Klimt, El beso, 1907-1908. Belvedere, Viena.

Hacia la eternidad, solo la música
de los cuerpos fundidos.


Y el dios de las alturas
llora desconsolado su abandono,
su falta de materia.


Porque los ve surgiendo
por la carne al espacio,
dando razón de ser
a todo lo visible y lo invisible.

(De El sol de medianoche, 1988)

*** Para mis amigos Antonio y Carmen, entonces y ahora.

miércoles, 4 de enero de 2012

Dedicatoria


Aún alcancé a conocer de niño, y casi de adolescente, aquellos programas radiofónicos de canciones dedicadas que solían incluir, tras el nombre de la persona a la que iba dirigida la pieza, frases hechas del estilo «para que la escuche en compañía de los suyos» o «para que sepa que no me olvido». Y también declaraciones contundentes como «porque es el aire que respiro», o claves secretas tan explícitas como «por lo que ella sabe».

Hoy es un día indicado para encender en un rincón de esta bitácora uno de esos artilugios que tanto se parecen a las radios de cretona de antes y que nos permiten rememorar canciones, como este viejo bolero inolvidable, que son ya algo más que canciones: una pasión de fondo, tatuajes de un viejo rito.

Me gustaría que llegara al aire en la hora indicada junto con esta dedicatoria:
«Para S., en el día de su cumpleaños, para que lo escuche, en compañía de los nuestros, sin partirse de risa pero sin dejar de reír».
Por lo demás, disculpen si entorno un poco la puerta.



***

Renoir, Peonias.

Imagen superior: Palomas en Coliseo, Roma. 
© Clara Ramos, 2009.