jueves, 23 de noviembre de 2017

Problemas del Oeste


La imagen puede contener: una persona, multitud, rascacielos y exterior
Extremeños manifestándose en Madrid. Foto tomada de El país.
 (NMA, 🚋18). Uno de los peores efectos colaterales que el insolidario procés catalán con su inacabable matraca ha traído consigo, y con toda probabilidad el que personalmente más me irrita, es la espesa capa de niebla con que está envolviendo a todos los demás problemas del país, y de forma muy especial aquellos que afectan a las demás Comunidades Autónomas, que no es que ya parezcan clubes de tercera división, sino que a menudo es como si no existieran. Los extremeños, por ejemplo, se han tenido que venir hoy (18.11.17) a Madrid a protestar por el estado denigrante de sus comunicaciones ferroviarias, síntoma palmario de otros muchos olvidos y reivindicación secular que nadie escucha. 
Asimismo, el domingo pasado (11.11.17) tuvo lugar en mi ciudad natal, Talavera de la Reina, la mayor manifestación de su historia, con alrededor de 40 000 personas (el equivalente a la mitad de la población) para reclamar que cesen de una vez la marginación y el abandono en que el poder estatal y autonómico tienen a la que hasta hace poco era la segunda ciudad más populosa de Castilla-La Mancha.
La imagen puede contener: una persona, exterior
Una de las reivindicaciones de la manifestación de Talavera. Foto © AJR.
Aunque independientes, ambas protestas comparten su estrecha relación con una misma tradición estatal que bien podríamos calificar de deficiencia histórica: la escasa atención prestada a las tierras del Oeste, esa franja territorial que va desde Fisterra a Doñana y que tiene en las regiones más occidentales de ambas Castillas y Andalucía, además de en toda Extremadura, el elocuente banco de pruebas del profundo desequilibrio con que tradicionalmente se ha producido el desarrollo del país.
Que en una región o nación o superestructura territorial, como se quiera llamar, como es Cataluña se planteen y se digan las cosa que se dicen, cuando su desarrollo es a todas luces muy superior al de buena parte del resto del país, y que en aras de la monserga impía de la identidad nacional se organice el desafío que se está llevando a cabo, todo eso y otras anormalidades que vamos viendo son conductas sociales que cuando menos evidencian el ejercicio de una miopía de gigantescas proporciones.
Extremadura viene a Madrid a protestar por su marginación. Talavera se echa a la calle para no morir de decadencia. Mientras tanto, la atención del país sigue secuestrada por los muy inteligentes e industriosos hijos y nietos, en no pequeño número, de extremeños, andaluces, gallegos y castellanos que han decidido que la justicia social puede dejarse a un lado, o incluso abandonarse, cuando uno siente apremiar el picor tremendo de los orígenes, la sangre y la sacrosanta identidad. 
Y todo eso en pleno siglo XXI.
Iba a rematar reiterando el tópico: «Menos mal que nos queda Portugal». Pero caigo en la cuenta de que, en la rica y variada geografía ibérica, Portugal es el Oeste por antonomasia.

Publiqué una primera versión de este texto en Facebook: 
https://www.facebook.com/alfredoj.ramos.9843/posts/299301147254946?pnref=story
  

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