lunes, 1 de mayo de 2017

L@berintos

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Palacio de Cristal, Parque del Retiro (Madrid)

(Face to FB, 3 - 1 mayo 2017). Hasta el presente, la imagen más cabal que tengo a mano para definir mi experiencia en Facebook es la del Laberinto de Espejos: una atracción de feria o de parque temático. Lo más grato es que, como ocurría también en los juegos de nuestra infancia, la mayoría de las veces la frecuentamos en buena compañía. O eso pretendemos.

Se lo comentaba el otro día, con palabras orales, a un amigo pintor que trabaja en la ilustración de Luces de bohemia, de modo que no tardaron en quedar reflejados en la conversación los famosos espejos delirantes (por deformación) del Callejón del Gato en los que se inspiró Valle-Inclán —o el propio Max Estrella— para caer en la cuenta de que era esa, la imagen distorsionada de lo que él llamó esperpento, la única capaz de reflejar la verdadera naturaleza de la realidad española. Puede que la metáfora sea extensible a este territorio virtual.

¿Como se hubiera comportado Don Ramón en estas redes? No hay que descartar que, como veo que alguna vez nos ocurre a todos, en más de una ocasión terminara trompicado en un reflejo equívoco o tratando de salir por un rincón imposible. Esto último, las falsas salidas, me parece que es lo más peligroso de este Dédalo del siglo XXI. De hecho, uno se cruza a menudo —bueno, de cuando en cuando, para no exagerar— con Ícaros e Ícaras que, con las alas ardidas y el seso desplumado, parecen vagar sin rumbo entre las ruinas de una ciudad siniestra. 

Y que levante la mano —la no amputada— quien no haya sentido alguna vez flotando en su derredor la sospecha de si no será ese el destino que nos espera a todos.

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