martes, 9 de junio de 2009

Dos notas

De la A de Alejandro Rossi... Se fue mayo pero no su estela fúnebre. Ayer se conocía la noticia de la muerte del escritor florentino-mexicano Alejandro Rossi. Su Manual del distraído (el único libro que hasta ahora he leído de él) es una de esas raras obras inagotables de las que siempre puede extraerse un instante de lucidez: textos cortos –en cierto modo, un blog avant-les-blogs y sobre papel impreso–, contundentes o ligeros, filosóficos o narrativos, y que muchas veces poseen la perfección de las jugadas maestras.

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... a la Z de zarzuela. Por respeto artístico y justicia castiza, más que por mera afinidad nominal, me parece necesario, preventivamente, salir en «defensa» de Miguel Ramos Carrión. El dramaturgo y periodista zamorano, autor de libretos de zarzuelas tan significativas como Agua, azucarillos y aguardiente (entre otras obras), corre el riesgo de convertirse en una “víctima colateral” del fuego cruzado en la polémica surgida tras la muerte de Benedetti y los –a mi juicio, malinterpretados y peor respondidos (con insultos)– comentarios de Gamoneda. Un episodio más, y no será el último, del secular enfrentamiento entre las (dos) tribus poéticas hispanas, de las que es bien conocida su tendencia algo baconiana al despellejamiento, y que en esta ocasión se ha movido entre lo inoportuno y lo inaceptable, tal como ha señalado con ponderación Manuel Rico. Escaramuzas tan banales y disparatadas como en el fondo divertidas y hasta eficaces (si no fuera el exceso de bilis), ya que suelen atraer hacia el mundo de lo poético y sus aledaños (más hacia éstos que sobre aquél, es verdad) una atención inusitada... e incluso repercuten en la venta de al menos docena y media más de poemarios (pues en el fondo no de otra cosa se trata, junto con la pura y dura lucha por el poder y sus pesebres).

El caso es que, para homenajear al escritor uruguayo, algunos no han tenido mejor ocurrencia que sugerirle al alcalde Gallardón que le sea puesto el nombre de Benedetti a la calle del barrio de Prosperidad en que el novelista y poeta vivió durante sus últimos años en Madrid. Esa calle, situada a tiro de piedra del emplazamiento real de esta Posada, es la que ahora lleva, precisamente, el nombre de Ramos Carrión, autor que, si bien algo olvidado por la ingratitud del tiempo, no es ningún «mindundi» (y ni siquiera un poeta hermético), como podría deducirse de la ligereza de la propuesta. No digo que Benedetti no merezca una calle. Ni siquiera lo pienso. Aunque tengo una clara opinión sobre cuál es el mejor reconocimiento a un escritor, si por mí fuera incluso le reservaría una amplia avenida... (y otra a Gamoneda, claro, para dentro de muchos años, si el homenaje hubiera de tener carácter póstumo).

No obstante, si la incorporación al callejero se considerara finalmente el tributo idóneo para homenajear al que acaso sea, ahora mismo, el más popular de los poetas del ámbito hispánico, ¿no habrá disponible en Madrid alguna vía urbana que no conlleve perpetrar una afrenta contra uno de los “genios del lugar”? Estoy seguro de que al propio Mario Orlando Hamlet Hardy Brenno Benedetti Farrugia, que también luchó por liberarse de los nombres superfluos (y lo consiguió, al menos en el registro civil), la sugerencia le hubiera parecido una desproporción.

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